martes, 22 de febrero de 2011

21/02/2011


Hoy parece ser un día de esos en los que uno se limita a sobrevivir. En los que pone el estado de standby y se deja resbalar los minutos por la piel con la esperanza de que pasen lo más rápido posible.

Después no recordaremos nada de este día, ni bueno ni malo, ni blanco ni negro, sino gris, como el cielo. Como algunos sostienen que es la vida, de muchos matices de gris.

Pues yo creo que la vida es de colores, de colores brillantes, y de eso es de lo que pretendo llenarla. No quiero ponerme el impermeable de las emociones y dejar que nada penetre, ni lo malo ni lo bueno; quiero llorar amargamente con cada decepción y alegrarme con ogni farfallina.

Y que las cosas que pasen sean eso, un tránsito. El camino. Amar la trama más que el desenlace. Que el tiempo más importante en mi vida sea el presente, porque lo de cualquier tiempo pasado fue mejor es una mentira, cualquier tiempo pasado fue... pasado. Y el futuro es incierto y a lo mejor cae un meteorito y nos morimos todos menos las cucarachas. Y algunas personas sobrevivirán porque son como ellas, con las intenciones negras y el corazón duro como su caparazón, y si no que se lo pregunten a Kafka.

El caso es que mañana hoy ya será ayer, pasado, y será un día perdido si no me pongo una sonrisa en la boca y en el alma. Quiero pasar por los días y no que los días pasen por mí. Muchas cosas por hacer y muy poco tiempo que invertir en autocompadecerme.

Hay que saber permitirse estar triste y también hay que saber no permitírnoslo.

A veces el problema es el exceso de tiempo desocupado.



Foto: Aosta

[**Sei nell'anima, in ogni parte di me**]

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