sábado, 4 de diciembre de 2010

Dejarlo ir


Dejarlo ir. Let it go.

Dejarlo marchar es la única manera de seguir adelante. Si poseemos muchas cosas las cosas acaban poseyéndonos, o eso dicen. Bien, lo mismo es aplicable a los recuerdos. La única manera de seguir adelante es dejar que al subir la marea las olas borren esas huellas de la arena. Las huellas de nuestro pasado, de personas que estuvieron pero ya no forman parte de nosotros. Hay que dejarlas marcharse de nuestra cabeza, nos empeñamos en aprehenderlas como que siguieran siendo nuestras y ya no lo son.

A veces lo difícil no es el recuerdo, sino el olvido.
Que se vayan. Liberarnos de ese lastre que nos ciega la mirada cuando queremos mirar hacia delante y sólo vemos atrás y ya no vemos nada. Poder mirar cada día con ojos nuevos de cara recién lavada, de calles recién puestas y paredes recién pintadas. Empezar cosas de cero. Tenemos una edad y tenemos un desgaste y nos pesan los años, las cosas y sobre todo los recuerdos. Resuenan en nuestra memoria los ecos de las voces de personas que perdimos, las palabras de diálogos fallidos, los acordes de canciones que no oímos por estar pensando en otra cosa.
Pero para que las olas y la marea borren las huellas de la arena es necesario que haya olas y haya marea... y ¿si estamos en un desierto?
Entonces lo hará el viento.




Foto: Ese día empezaron algunas cosas...


[**la noche que yo amo es turbia como tus ojos, larga como el silencio, amarga como el mar**] Donde habita el olvido. ¿Dónde?

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