Ya sé por qué corro, por qué me invento cose da fare, por qué salto de un lugar a otro, de un evento a otro.
No corro en pos de mis ilusiones, no es que persiga mis sueños. A veces, frecuentemente, es que huyo de mí misma y huyo de mi tristeza.
La siento con su aliento en mi nuca todo el día, me persigue con su melancolía de mercadillo, tristeza de garrafón. Corro porque no quiero pensar. Aún así, no puedo evitarlo y a veces me alcanza y me rodea en un gélido abrazo. Y duele.
Y como es la vida real, no tiene final feliz.
es buena, es buena]
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